martes, 25 de septiembre de 2012

Tendencias

La salud se deja permear por modas: hasta hace poco estaba en boga hablar de la reforma, luego de sus reglamentaciones, después de las redes, y ahora lo “in” es opinar sobre la Ley Estatutaria. Políticos, intelectuales y hasta líderes de barrio lanzan sus propuestas y critican las ajenas. Por ejemplo el proyecto de ley del senador Roy Barreras no gustó porque sólo pretende darle continuidad al sistema; y el de la senadora Zucardi es peor aún porque busca un refinanciamiento para un sistema que ha demostrado ser corrupto. De otra parte, el profesor Saúl Franco nos presenta su Ley Estatutaria con un despliegue de marketing pocas veces visto: una pedagógica cartilla acompañada de una serie de foros ilustrativos, que sin ser la solución a corto plazo, si convence más que los demás proyectos.


Ahora el gobierno anuncia también su propuesta de Ley Estatutaria, para solventar la crisis de la salud, pero lo cierto es que ninguno de esos proyectos alivia nada porque no atacan el problema principal…tal vez porque ni siquiera lo conocen…o lo conocen tan bien que saben que no deben (o pueden) combatirlo.

La criticada Ley Cien nunca dice que hay que negar las atenciones médicas que están contempladas en el Plan de Salud (POS), ni que se puede gastar en lujos los dineros destinados para la salud…entonces lo que hay es una mala interpretación de la norma, acomodada por unos y otros, tanto los que la ejecutan como los que la cuidan. Hasta hoy sólo conocemos la Ley Cien que “algunos” han implementado, pero no la escrita, porque allí no dice que el objetivo del sistema de salud es ser corrupto y enriquecer a pocos a costa de la salud y vida de todos los demás. Entonces podría decirse que hasta hoy sólo se ha implementado la versión acomodada (sesgada) de la Ley Cien…y por eso es criticada con justa razón.

A veces no es necesario crear nuevas leyes o cambiar las existentes; sino cambiar las mentes, ser fiel a nuestras conciencias y no a las (malas) tendencias de ser útiles a ‘otros’ que sólo tienen intereses mezquinos. Pues sólo siendo mejores compañeros de especie, podríamos lograr cambios positivos hacia nuestros congéneres, porque ya hemos aprendido suficiente sobre asesinar mientras sonríes.


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